A esta altura del partido, en el
que el mote de “chandleriano” se ha repartido a lo largo y a lo ancho del Globo
en tapas, contratapas, fajas y solapas de las novelas más variopintas, aún hay
gente que se propone hacer una novela en homenaje a Raymond Chandler. Hay que
reconocerlo: se necesitan mucho coraje y mucho talento. Algunos no dan la talla
y se quedan en parodias involuntarias y, por lo tanto, olvidables. Otros, en
cambio, logran un producto a la altura del homenajeado. Sin imitaciones,
establecen cierta complicidad con el lector y la cosa funciona. Es el caso de
F. G. Haghenbeck y su Trago amargo.
Sunny Pascal es un detective
“mitad en todo”. Un sujeto de Hollywood lo recomienda para un trabajo especial. Él
es mandado hacer para ese tipo de trabajos. Más si hay que hacerlo en tierra
mexicana. Cuestión es que, en un par de días, Sunny arma su maleta con dos botellas
de gin, una edición gastada de On the road,
de Kerouac y su tabla de surf y viaja al sur. A Puerto Vallarta, donde John
Huston comenzará a filmar La noche de la iguana. ¿El trabajo? Fácil: evitar que los actores se maten entre sí.
Bienvenidos los reporteros de escándalos y su publicidad gratis pero, por
favor, que nadie termine muerto “o peor aún, en una cárcel mexicana”.
Acodado en la barra del bar, se
dispone a disfrutar de los tragos gratis y de las bellas mujeres que se mueven
por el set. Pero Sunny, agudo observador de este mini Hollywood enclavado en medio
de la belleza del Pacífico mexicano, enseguida percibe cuál es el cóctel más
peligroso que tiene ante sí: los egos inflados de tantas estrellas, la tensión
sexual en el ambiente y los intereses inmobiliarios apenas solapados en el
proyecto de la película. En efecto, no pasa mucho tiempo hasta que unas joyas
desaparecen, y la cosa se desmadra. Chicas drogadas, películas clandestinas y,
desde luego, un muerto. Todo lo que Sunny necesita para mantenerse ocupado.
La narración en la voz de Sunny
Pascal, los diálogos fluidos y las comparaciones exageradas, propias de la
escritura “chandleriana” usadas con el buen criterio de Haghenbeck, resultan en
una novela de ritmo ágil y muy entretenida.
Pero hay dos particularidades de Trago
amargo por las que los lectores recordaremos este libro. La primera es
la mezcla de personajes, escenarios y situaciones tomadas de episodios de la
vida real: las estrellas de Hollywood Richard Burton, Ava Gardner, Liz Taylor y
Deborah Kerr, el director John Huston, Puerto Vallarta y La noche de la iguana. La otra, absolutamente original (y en algún
punto, también muy útil) es la idea
de los tragos. Cada capítulo de la novela lleva el nombre de uno. No sólo
eso: también se incluyen recetas y hasta una pequeña historia
acerca de los orígenes de cada cóctel. En ocasiones hasta se sugiere la música
adecuada para disfrutarlos. Como dije: útil e inspirador.
F. G. Haghenbeck, que además de
escritor es guionista de cómics, se ha reconocido en alguna entrevista
partidario de la literatura “escapista”, de lectura fácil y divertida. Su sano objetivo
es entretener al lector. Con Trago amargo,
este happy hour en clave de novela
negra clásica, puede considerar que, al menos con este servidor, lo ha cumplido con creces.
3/12
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