domingo, 13 de mayo de 2012

Amigable charla con un lector del Guardian


La cocaína había desaparecido, pero me preocupaba todavía más que también hubiera desaparecido la 9 milímetros. Estaba pensando si debía decírselo a Keegan cuando sonó el teléfono. Keegan dijo:
—Yo lo cogeré.
Obviamente, sólo escuché lo que decía Keegan, que fue algo así:
—Jack no está disponible. Oh, ya sé quién eres, Ronald. ¿Que quién soy yo? Soy el oficial de policía Keegan de la Policía Metropolitana de Londres, y tengo un informe completo sobre ti, hijo. Todo un informe de trabajo. Oh, querido, qué lenguaje tan grosero. Sí, he visto tus proezas aquí, muy impresionantes. Espero que te hayas limpiado el culo. No grites, Ron, eso es, buen chico. ¿Que dejas el país? Piensa en esto, muchacho; algún día, pronto, alguien te dará una palmadita en el hombro, y adivina quién será. Tenemos algo en común... Oh, sí, tengo un pasado muy chungo. Soy el animal con el que vosotros, los lectores del Guardian, tenéis orgasmos cuando pensáis en él. No, no, Ronald, no te preocupes por la jurisdicción, porque yo desde luego no me voy a preocupar por eso. Volverás a cagarte en los pantalones y yo haré que te comas tu mierda. Bueno, vale, hasta lueguito... ha sido estupendo charlar contigo.

(Ken Bruen, La matanza de los gitanos, Salamanca, Tropismos, 2006)

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