Esta
historia pasó hace tiempo y la olvidé.
Han pasado
ocho años de la muerte de Lidia y yo continúo trabajando para Draper, caminando
solo y aburrido hacia el umbral de la vejez, aún sin saber a ciencia cierta por
qué no conservo a ninguna de las mujeres que he amado durante mi vida,
consciente de que mi tiempo se acaba, filtrado a través de los dedos de mis
manos como la arena en una playa.
Y puestos
así, esta historia puede comenzar un día cualquiera a finales de septiembre del
año 2000, en aquel taxi que me traía a Madrid, un poco antes de que Matos me
llamara al móvil.
(Juan
Madrid, Adiós, princesa, Barcelona, Ediciones
B, 2011, pg 18)
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