lunes, 19 de diciembre de 2011

El oficio de escribir


Delforo y yo llegamos a intimar, o casi. Le gustaba hablar de su oficio a altas horas de la madrugada, apoyador en el mostrador de cualquier bar. Y a mí me gustaba escucharlo. Hablaba de su trabajo de escritor como lo haría un albañil, o un mecánico, del suyo. Relataba con sencillez su dedicación a escribir, consciente de los desafíos que entraña el conocimiento de un oficio. Algo muy diferente de lo que hacían los otros escritores o periodistas que yo había conocido.
“Mira, Toni —me decía—, yo subordino los recursos estilísticos a las necesidades de la historia, ¿entiendes? Trabajo con las palabras de la misma manera que otros trabajan con ladrillos y cemento, para construir algo que sirva y se entienda. Y creo que las palabras deben ser justas y verdaderas, ligadas a la percepción de la realidad, o de parte de ella, desde un lugar nuevo. Y quiero decir con eso de lugar nuevo, desde mi propuesta de mirada. ¿Entiendes lo que te digo?”
Lo entendía, o creía entenderlo, y me gustaba que  me hablara de esa manera. La gente como yo admira a los que hablan bien, a los que saben expresarse con claridad.

(Juan Madrid, Adiós, princesa, Barcelona, Ediciones B, 2011, pg 90)

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