Tokio año cero, David Peace
Hay
quien señala a David Peace como la voz más renovadora de la novela negra del
siglo XXI. Yo le respondo: eso es quedarse corto por todos lados. ¿Cuál es el
carril ultrarrápido por el que viaja este tipo, que los demás no lo vemos, no
lo podemos seguir? ¿Entra la literatura que hace en algún género? ¿Es de verdad
novela negra? ¿Es terror? ¿Es algo nuevo? ¿Drama criminal, novela negra
psiquiátrica, neurocriminal?
De
Peace vengo leyendo todo lo que cae en mis manos. Y aunque no sepa cómo clasificarlo,
tengo claro algo: voy a seguir leyendo todo lo que el tipo escriba. Hoy ya no es
necesario traerse sus libros de España o recurrir al formato digital: Roja
& Negra pone esta novela, este viaje al infierno, al alcance de los
lectores argentinos. De modo que, amigos, permítanme decirles que se acabaron
las excusas. Peace ya está aquí: quien quiera leer, que lea.
El
15 de agosto de 1945, vigésimo año de Shôwa, como se conoce al período de
Hirohito, los japoneses escucharon por primera vez la voz del Emperador. Pasados
los temblores de Hiroshima y Nagasaki, Hirohito anuncia por la radio que la
guerra ha terminado. Japón se ha rendido. El detective Minami escucha el
discurso mientras trabaja en el escenario de un crimen. Una chica violada y
asesinada. La policía militar acusa allí mismo a un viejo coreano. Es el día
del dolor, el de la rendición. Es el día de la furia: la espada cae sobre un
hombre inocente, lo entierran vivo.
Es
el día cero. La hora cero. Bienvenidos a Tokio
año cero.
Un
año más tarde Tokio es un caos. No hay alimentos, ni medicinas, ni cigarrillos.
Lo que hay es desesperación, moscas zumbando y olor a duraznos podridos. Son
cadáveres. Como los dos que aparecen en el parque Shiba. El detective Minami
lidera uno de los equipos de la Policía Metropolitana de Tokio a cargo de la
investigación. Van a descubrir que el culpable es un asesino serial llamado Yoshio
Kodaira. Van a descubrir que hay muchas otras víctimas de Kodaira. Lo van a
terminar atrapando a Kodaira. Te lo digo así de una, a propósito. Si pensás que
se acabó el misterio y que este libro no vale la pena, entonces dejá de leer
esta reseña: Tokio año cero no es para
vos. Si lo que buscás es la resolución de un misterio, mejor ahorrate este
libro arduo. Cortá acá, volvé la semana que viene que te recomiendo alguna otra
cosa y seguimos amigos.
En
cambio, si sentís alguna curiosidad o simpatía por el riesgo; si estás
dispuesto a meterte en la boca del lobo, el lobo que aúlla en el cerebro de
Peace; si estás dispuesto a que se te llene el culo de preguntas, entonces Tokio año cero es el libro. Aunque lo
mejor sería que sin perder un minuto lo agarres y lo leas, directamente, dejame
que intente contarte por qué creo que estamos delante de una gran novela, de un
autor fuera de todo molde. Será difícil, pero lo voy a intentar. Y espero que
mi torpeza no sea un obstáculo: si ves que no te convenzo, por favor leélo igual.
David
Peace es el mismo que en el Red Riding Quartet,
pero mejor. Está más radical, más filoso, si cabe. Y vuelve a tocar obsesiones como
las que transitó en aquella descomunal tetralogía. Por ejemplo, aquí también
hay un asesino de mujeres. Aquí también el ámbito geográfico, los escenarios,
¡el clima! tienen peso narrativo. De la lluvia de Yorkshire al calor aplastante
de Tokio, todo lo usa Peace para asfixiarte. Peace es especialista en construir
universos —geográficos, sociales, psicológicos— asfixiantes. Un experto.
A un
año de la rendición, la guerra ha seguido trabajando. En las calles de
escombros, en las casas pauperizadas. En los mercados clandestinos, botín de bandas
criminales. En los cuerpos de las chicas arrasados por el vencedor americano. Primer
motivo para leer Tokio año cero: la escalofriante
pintura de la devastación de Tokio, geografía asfixiante.
Todo
tiene su importancia ritual en Japón: los zapatos junto a las puertas, las
reverencias interminables, las rodillas, los tatamis, los altares. ¿Ha tenido
la guerra algún impacto sobre el significado
de estos rituales? ¿Sobre esa forma humilde y orgullosa de ser japonés? En un
pasaje de la novela Minami lee un pergamino en la oficina de su jefe, “ese pergamino
salpicado de sangre en el que hay escrito: «Es hora de revelar la verdadera
esencia del país»”. Y su jefe lo ve y le dice: “No es momento de olvidar
nuestras obligaciones. Ellas son nuestra
esencia”. Segundo motivo para leer Tokio año cero: la sociedad asfixiante en la que la rigidez y las normas son las tablas a
las que aferrarse para mantener a flote la dignidad. O para ocultar secretos.
Pero
la guerra también ha seguido horadando las cabezas y corazones de los
sobrevivientes. Minami siente culpa por haber sobrevivido. Culpa por estar con
su amante y no con su familia enferma, abandonada bajo las bombas, muerta. El
detective Minami, paranoico, adicto a los calmantes y transando con los
mafiosos a cambio de información. Minami, obsesionado con Kodaira. Minami, para
quien nadie es quien dice ser. Ni siquiera él mismo. Tercer motivo para leer Tokio año cero: un narrador vulnerable,
un gran personaje asfixiado por los impactos de la guerra.
Inspirado
en el caso real de un asesino que actuó en los primeros días de la posguerra,
Peace —investigador obsesivo (*) que ha vivido mucho tiempo en Japón— construye
una novela cuya estructura parece simple. Narrador en primera persona, tiempo
presente, un desarrollo lineal de la historia. Los capítulos son días, todos en
orden. No hay flashbacks. ¿O sí? ¿Qué
es si no esa voz en itálica que va en paralelo a la historia y que resuena
dentro de la conciencia de Minami?
¿Habla del pasado, del presente? El cuarto y más importante motivo para leer Tokio año cero es este: la escritura de
Peace. Una escritura que desafía al lector. Con oraciones cortas, a la vez
lacónica y lírica, la prosa de Peace es opresiva. Peace lleva al extremo el
recurso de la repetición como mantra, las onomatopeyas como soundtrack del tormento interior de
Minami. Una prosa musical que provoca, irrita,
sacude al lector. Por momentos no es una lectura fácil, ya lo advertí antes:
esto no es entretenimiento puro.
Esto
es literatura que te va a dejar temblando.
Esto
es David Peace.
Y ya
está entre nosotros: quien quiera leer, que lea.
Traducción (excelente):
Javier Calvo
8/13
(*): al final del libro, junto con un útil glosario, se incluye
una extensa bibliografía para los lectores interesados, algo absolutamente
inusual en una obra de ficción.
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