—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que él únicamente se declararía culpable de obstrucción si hubiera matado a su mujer.
—¿Y si no la mató? ¿Y si solo manipuló el ordenador?
—Solo manipuló el ordenador si la mató —respondió Brand.
Esa era la tradicional lógica de la ley. Esta decía que si un hombre huía, mentía o encubría, demostraba que era culpable. A Tommy, sin embargo, ese razonamiento nunca lo había convencido. ¿Por qué habría de seguir las reglas alguien acusado falsamente? ¿Por qué alguien que viera chirriar la maquinaria legal no habría de decir: “No me fío de ese aparato”? Mentir para librarse de una acusación falsa estaba más justificado, probablemente, que hacerlo ante una verdadera. Así lo veía Tommy. Y siempre lo había considerado de ese modo.
(Scott Turow, Inocente, Buenos Aires, Mondadori, 2010, pág. 360)
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