¿A mi casa? Mi casa es el condado de Moody, al sur de Texas, donde la pradera de tierra negruzca colisiona contra los cerros de caliche y los cortes zigzagueantes de los arroyos de la Brasada, región de zarzas y arbustos. Pero ya no voy nunca por allí. Mi casa es el apartamento de la margen oriental del río Hell Roaring, tres habitaciones en las que tengo que abrir armarios y cajones para asegurarme de que no me he confundido de sitio. ¿Mi casa? Podría ser un bar de motel a las once de una noche de domingo, durante un silencio compartido con la guapa camarera que me considera un individuo repulsivo, y algún gilipollas con cazadora de plástico que me toma por su compadre. Como le había dicho a Trahearne, el hogar es dondequiera que uno cuelga la resaca. Lo es al menos para gente como yo… algunas veces.
(James Crumley, El último buen beso, RBA Libros, 2011, pág. 171)
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