Bajos fondos, Andrew Vachss
Un año y pico pasó
desde la lectura de Strega. Era hora
de un reencuentro con el potente personaje creado por Vachss: un shot de Burke
cada tanto me viene bien.
Bajos fondos (Flood en idioma original) es la primera
novela protagonizada por Burke. Vio la luz en 1985. Nueva York no sabía de
“tolerancia cero”, y un tal Patrick Bateman se divertía salvaje, por ahí por
Manhattan. Por ahí por “la cloaca”, diría Burke.
Bajos fondos es la historia de
una búsqueda. Cierto día Burke recibe la visita de una mujer. No es ni muy
linda ni muy fea. Estatura mediana, rubia platinada. Se llama Flood y quiere
contratar a Burke para encontrar a un hombre. Pero Burke no es un fanático del
trabajo: no acepta cualquier encargo. Desconfía de todo el mundo. Exige cash. Se
produce un tira y afloja al principio, un breve juego en el que el detective
mide a la clienta. Hay que buscar a un hombre que se hace llamar el Cobra.
Bien. Pura rutina hasta ahí. Burke indaga a la mujer. No llegan a un acuerdo:
en un momento tenso bajo la mirada asesina de Colita, la perra de Burke —“un mastín napolitano, un monstruo de
setenta kilos que odia a toda la raza humana menos a mí”—, la misteriosa dama
es obligada a retirarse de la guarida de Burke. Sin embargo, él y nosotros
sabemos que aceptará el caso. ¿Por qué? Hay algunos detalles. Flood es una
luchadora letal, atributo suficiente para ganarse la simpatía de Burke (no
estoy seguro de que “simpatía” sea la palabra, tratándose de Burke). Flood lo
que busca es venganza, que en el Universo Burke es una de las formas de la
justicia. Pero el detalle decisorio es que el Cobra es un violador de niños.
Suficiente: Burke tomará el caso como propio.
Burke sabe que cazar
al Cobra no va a mover mucho la aguja, la cloaca seguirá igual de hedionda. Pero
eso no lo frena. Lo suyo es un tema personal con “los degenerados”. Y no tiene
contemplaciones de ningún tipo con ellos. Siempre buscando sobrevivir un día
más, y si es fuera de la cárcel, mejor. De modo que, moviéndose “como un
cazador en el coto de un ricachón”, Burke recorre la Gran Manzana podrida.
Agita en los lugares precisos, asusta, deja mensajes. Su táctica es hacer que
el depredador salga a la luz. Cuenta con el mismo séquito de amigos freaks que le conocemos: el mudo Max,
Mamá Wong, la travesti Michelle, el Topo y el Profeta. También cuenta con su
poderoso Plymouth, y un montón de rebusques, tales como aguantaderos y teléfonos
clandestinos en cualquier rincón de la ciudad. También todo tipo de gadgets extraños: una secretaria virtual
que contesta el teléfono, un taco de billar dentro del cual le dejan mensajes,
o alarmas de todo tipo en su “oficina”. En cualquier otro detective estos
recursos serían pintorescos. En Burke no. Nada es pintoresco en Burke.
Bajos fondos es una historia muy
densa, que se lleva bien con las palabras desolación y deseperanza. Que
funciona montada en la brillante oscuridad de Burke, ese personaje único que
creó Andrew Vachss (*). Este autor, que es también abogado, lleva escritas 18
entregas de la serie de Burke, además de otras novelas, cuentos, ensayos. Podrá
cambiar el personaje, pero estoy seguro, conociéndolo, de que girarán todas
alrededor del mismo tema. El único tema que obsesiona a Andrew Vachss: el abuso
infantil. Como dice con razón Guillermo Piro en esta nota, Vachss es un
escritor fuera del molde. Es un escritor de esos que tienen una misión. Y no le
importa la popularidad ni las ventas ni mucho menos los biempensantes y la
corrección política (**).
Como a Burke, a su
creador sólo le importa una sola cosa: su misión.
Traducción:
Daniel Zadunaisky
1/13
(*): Burke no es
cualquier nombre. En la web de autor, en la que se puede encontrar muy jugoso
material sobre el tema del abuso infantil (“la única guerra que importa”) se encuentra este interesante audio en el que un Vachss que por momentos suena a stand up comedian explica el origen del nombre (que tiene que ver con el verbo burke, que es “matar silenciosamente,
sin dejar huellas”…).
(**): en Internet
se pueden encontrar muchos videos de entrevistas a Vachss. Me entretuve con
uno, por ejemplo, en el que explica su postura frente al caso del cineasta Roman Polanski, confeso culpable de abuso de menores. En aquel momento se debatía en los medios si, habiendo pasado 40 años de los hechos, se le debía o no permitir nuevamente la entrada a
los Estados Unidos. Se
imaginan lo que piensa Vachss, ¿no? Lo pueden ver acá (en arduo inglés)
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