Culpa, Ferdinand von Schirach
¿Qué tienen en
común la física de partículas, el ikebana, la cría del esturión atlántico europeo,
el derecho penal y la crítica literaria? Que son conceptos o áreas con las que
la mayoría de nosotros no está familiarizado. Hay que ser un especialista para arriesgar una
definición, y casi siempre se hará evidente para quien escucha que estamos “verseando”.
En cambio, ¿quién no está familiarizado con el concepto de justicia? ¿Y con el de culpa?
Papá, mamá, maestras, curas y psicoanalistas han dejado sus improntas en nuestro
chip. Después, Hollywood, pochoclo y finales felices hicieron el resto. Lo cierto
es que sabemos lo que es justo y lo
que no, y que sentimos culpa cuando
no somos buenos chicos. Nunca pareció complicado, ¿no?
Bueno, la idea que
queda luego de leer esta magnífica segunda entrega de los relatos de Ferdinand
von Schirach es que, ejem, no, no es tan sencillo. Al igual que en Crímenes, en Culpa el autor nos lleva a reflexionar sobre asuntos que creemos
conocer, hasta volverlos extraños. ¿No es eso lo que se espera de una obra
literaria? Que ataque las certezas, que las dé vuelta como una media y las
muestre desde todos los ángulos posibles. Que nos haga ganar perspectiva, y crecer
un poco.
Lo bueno es que Von
Schirach lo logra narrando con una destreza y una parquedad que conmueven. No
le sobra una palabra, y las que elige le alcanzan para llegar hondo. Examinando
las variaciones de la culpa en delincuentes, víctimas, abogados y jueces, el
bueno de Ferdinand aterroriza y emociona. No sólo es efectista —en el buen
sentido, en el sentido de Poe—, sino que también es tremendamente eficaz. Como
las bellas máquinas simples, su narrativa funciona sólida, tanto en forma como
en contenido. Digo esto porque me pasa que cuando leo en una contratapa que el
autor nos habla del “insondable comportamiento humano” desconfío un poco: es la
clase de afirmación apta para presentar autores que confunden finales abiertos
con historias mal cerradas. Nada más lejos de Von Schirach, que pega fuerte y
duro, siempre con la técnica adecuada.
Cuando te metas en
estas historias negras y criminales —ojalá puedas hacerlo pronto— te vas a
cruzar con un par de jóvenes abogados que pierden la inocencia al defender con
éxito a una banda de violadores. Y con mujeres maltratadas y vecinos
solidarios. Entenderás la diferencia entre llamarte Turan y Tarun. Sabrás de la
crueldad de los chicos de un colegio caro, y de lo que es capaz de hacer una
niña celosa. En “La llave” —una de mis preferidas, una novela negra
concentrada— conocerás narcos rusos que asesinan chechenos, unas pastillas que
vienen de Ámsterdam, un perro que se traga una llave. En “Secretos”
—redondísima, brillante, de lo mejor—, a un adorable loco que te sorprenderá en
el final.
Culpa es otra brillante
colección de historias. Es adictiva como toda buena literatura. Recuerdo que me
hice con mi ejemplar un día cualquiera. Estaría leyendo, como es habitual, mis
dos o tres libros simultáneos. Pero fue abrir este y congelar a todos los demás. Por unas horas, no necesité otra cosa
que estas páginas. Y fue maravilloso.
Traducción:
María José Diez Pérez
12/12
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