miércoles, 20 de junio de 2012

No plan is good plan


Recordó que, en cierta ocasión, Ryder había hablado de este asunto. Por aquel entonces, más que agradecerla, le había alarmado la previsión de Ryder.
—No veo por qué han de encontrarme —le había dicho a Ryder—. Puedo permanecer en tu casa.
—Quiero que estés en la tuya. Cualquier cosa que se saliese de lo corriente les haría sospechar.
—Tendré que inventar una coartada.
Ryder meneó la cabeza.
—Investigarán más a fondo los detalles de aquellos que presenten coartadas que los de quienes no la tengan. La mayoría de las personas a quienes interroguen no tendrán coartada; por consiguiente, te perderás entre ellas. Tienes que decir, simplemente, que pasaste una parte de la tarde dando un paseo y otra parte leyendo un libro o echando una siesta; y no precises demasiado las horas.
—Pensaré un poco sobre lo que tengo que decir.
—No. No quiero que lo ensayes; ni siquiera has de pensar en ello.
—Podría decir que me enteré por la radio y que estoy horrorizado...
—No. No es necesario alardear de espíritu justiciero. De todos modos, tus opiniones les tendrían sin cuidado. Investigarán a centenares de personas por mera rutina. Piensa sólo que serás uno entre una larga lista de nombres.
—Lo dices como si fuera una cosa fácil.
—Y lo es —dijo Ryder—. Ya lo verás.
—Sin embargo, me gustaría pensarlo un poco.
—Nada de eso —dijo Ryder, con firmeza—. Ni ahora, ni cuando todo haya terminado.

(John Godey, Pelham uno dos tres, Barcelona, Mondadori, 2009)


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