Estamos en Nueva York a comienzo
de los setenta. Un grupo de cuatro delincuentes secuestra un tren del metro. Es
el que sale de la estación de Pelham Bay a la 1:23 PM, es decir, el Pelham uno
dos tres. ¿Qué pretenden los secuestradores? Un millón de dólares. Que sean
imposibles de rastrear, en determinada proporción de billestes de 50 y 100. Las
autoridades dispondrán de una hora para cumplir con el pedido. Si no, un
pasajero morirá por cada minuto que se pasen del tiempo indicado. Esa es toda
la anécdota. Parece poco, pero si al autor sabe,
es suficiente para quedar atrapado: ¿pagarán las autoridades, o tendrán los
secuestradores que ponerse a matar gente? ¿Cómo van a escapar? ¿Cómo
reaccionarán los pasajeros?
Para narrar los acontecimientos
de esas horas terribles, Godey, con buen criterio, elige una estructura de tipo
coral, con narraciones en tercera persona. Es decir, va moviendo la “cámara” de
un personaje a otro para mostrarnos los distintos puntos de vista mientras la
historia avanza. De algunos de ellos nos cuenta un poco más. Así sabemos que
Ryder, el gélido jefe de los secuestradores —lejos, el mejor de los personajes—,
es un mercenario que ha peleado en guerras internas en el África. Y que
Longman, otro de los delincuentes, fue empleado en el metro de Nueva York. O conocemos
la extraña relación que el policía Tom Berry mantiene con su novia Dedee.
A la vez que sostiene la tensión con
gran habilidad, Godey entrega un relato muy verosímil. Se ve que hizo un trabajo
muy serio al documentarse para esta novela. La descripción de los procedimientos
de las autoridades de transporte y de la policía, y del funcionamiento del
sistema ferroviario es minuciosa. Al punto tal que algunos dicen que la
aparición y el éxito de la novela (y de la primera película) forzaron al
rediseño de ciertas medidas de seguridad, ya que se consideró que el plan que
revelaba tenía gran posibilidad de éxito en la vida real.
Además de thriller, Pelham es una buena
pintura del tipo de sociedad que constituían los neoyorquinos por aquellos
años. La creciente importancia de los derechos civiles —estamos al final de
Vietnam— que viene conquistando la ciudadanía; la presencia de grupos de choque
de la comunidad negra, como los Panteras; el feminismo militante; la actitud de
la policía, reacia a reconocer todos estos cambios. Godey despliega un sentido
del humor de acidez extraordinaria, con el que, por ejemplo, ridiculiza al alcalde
y otras autoridades de la ciudad.
Este sentido del humor es uno de
los puntos fuertes de la novela. Es más: me atrevería a decir que su
incorrección política al tocar algunos de estos asuntos, como el feminismo, o
los derechos de las minorías, o el retrato de la policía “represora” la
hubieran convertido en una novela de difícil publicación en estos días
pasteurizados. Claro que su carácter de best
seller clásico permite pasar por alto este detalle y publicarla de nuevo
ahora. De cualquier forma, es una buena noticia que así haya sido.
El segundo punto ganador de la
novela es la tensión constante a lo largo del texto, hasta cierto momento —no
puedo revelarlo— en el que la acción se acelera de una forma tal que a mí me
resultó imposible largar el libro hasta ver el final. Que, dicho sea de paso,
Godey resuelve de manera magistral. Un final de esos que quedan en el recuerdo.
Pelham uno dos tres fue llevada al cine en dos oportunidades. La primera en 1974 (tráiler acá). La segunda, en 2009 por Tony Scott (ver tráiler),
con John Travolta y Denzel Washington en los protagónicos (más o menos al mismo
tiempo en que fue editada por la colección Roja & Negra de Mondadori/Fresán:
no sólo acertada sino también oportuna decisión). Vi sólo esta segunda versión:
las diferencias con el texto son abrumadoras. Los personajes son bien diferentes,
en especial el de Ryder/Travolta. El final es muy distinto. A mí la película me
gustó, pero más allá de la idea del secuestro, no tiene mucho que ver con esta
muy entretenida novela.
Traducción de J. Ferrer
Aleu
4/12
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