lunes, 15 de agosto de 2011

Viaje al centro del género negro

El último buen beso, James Crumley

Supe de Crumley a través de una reseña escrita por Fresán en “El Extranjero” del Radar Libros, hace una pila de años. Hablaba de él y de sus alucinados detectives de tal manera que Crumley se convertió para mí en una especie de obsesión. Busqué sus libros por todos lados, pero sólo conseguí Un caso equivocado en la edición de Júcar de 1990. La novela no sólo estuvo a la altura de la reseña de Fresán sino mucho, muchísimo más arriba, de modo que no tuve más opción que seguir rastreando libros de Crumley, sin éxito. Entonces recurrí al plan B: ediciones en inglés. Así tuve mi primer contacto con The last good kiss. El resultado fue tan bueno como mi nivel en ese idioma: lo tuve que largar por la mitad. No diré que con dolor, para no pecar de melodramático, pero baste decir que pocas veces lamenté tanto no ser “un poco más” angloparlante. De todas formas, me alcanzó para entender qué tipo de libro tenía entre manos.

Resulta que ahora, en pleno 2011, cuando parecía que todo estaba perdido (incluso al pobre James, fallecido en 2008) viene RBA a enriquecer su ya muy buena Serie Negra publicando El último buen beso. ¡Aleluya! Alguien se había ocupado de traer a mi idioma ese lenguaje cargado de poesía y esos diálogos en un slang triste y alcohólico, que yo apenas llegaba a vislumbrar a través del velo de mi inglés limitado.

Llamemos a las cosas por su nombre: El último buen beso tiene estatura de clásico. Es una historia de búsquedas, de desencuentros, de locura, de desesperación y, en suma, de amor. Libro de culto, sí, pero un librazo hecho y derecho, en clave de la mejor tradición negra americana.

C.W. Sughrue es el detective y narrador. Aceptó el encargo de encontrar a Trahearne, un escritor borracho que anda recorriendo todos los bares del Oeste, desde Montana hasta California. Esto lo sabemos de boca del propio Sughrue, dado que en realidad la novela comienza con este encuentro. Es en un mugriento bar de Sonoma, en el que todos, incluido Fireball, el inolvidable bulldog, están de alcohol hasta las orejas. Tanto que una pelea termina a los tiros, mandando a Trahearne al hospital. Sughrue debe esperar unos días a que lo dejen salir para llevar al escritor de vuelta a casa. Es entonces cuando Rosie, la dueña del bar, le encarga un segundo caso: encontrar a Betty Sue, su única hija viva, desaparecida diez años atrás.

Comienza allí un peregrinaje que llevará a los tres borrachos (Trahearne, Fireball y el propio Sughrue) a través del lado oscuro de una América que no puede sacudirse la resaca de Vietnam y del Verano del Amor. Drogas, putas y whisky. Hippies, porno y más whisky. Clima de road movie con momentos de ácido humor que se va transformando poco a poco en una pintura amarga de la locura y la soledad. Claro que hay también una trama de mafiosos, unos cuarenta mil dólares que no aparecen, desquiciados triángulos amorosos. Y un desenlace tan inesperado como brutal.

Crumley exhibe una prosa por momentos filosa, por momentos poética, siempre brillante, que me recordó a los mejores pasajes del otro James, Sallis. C.W. Sughrue es un personaje que uno sabe que no olvidará. Y Trahearne y su enloquecido entorno son adorablemente repugnantes: yo también recordé —de manera que no logro explicarme muy bien— al Ignatius Reilly de Toole.

Frente a un género que —gracias al marketing, a las modas, a las series por cable— a veces parece una bolsa de gatos, Crumley y El último buen beso vienen a plantarse, casi como outsiders, para recordarnos de un cachetazo de qué va esa cosa llamada novela negra.

Verdaderamente imprescindible.

Traducción: Marta Pérez Sánchez

8/11

4 comentarios:

  1. No he leído nada de este autor, pero creo que tu reseña me va a obligar a hacerle un huequillo entre la multitud de lecturas pendientes.
    Muy buena la reseña, por cierto.
    Un saludico.
    Jabi Basterra

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  2. Gracias por pasar, Jabi.
    Y sí, es una Gran Novela... Ojalá la disfrutes tanto como yo.
    Un abrazo,
    A

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  3. Lo mismo. Sin saber nada del autor, dan ganas de leerlo. Eso es mérito de la reseña.
    salú,
    juan

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  4. Hola, Juan. Gracias por pasar.
    No lo vas a poder creer, pero te lo cuento igual. Anoche andaba boyando por la red y pasé por tu blog. Entre otras cosas, leí la reseña de Strega (a Vachss me lo mencionó también Nico, de Mugre y Sangre, y nunca leí un libro suyo). Un rato más tarde lo había buscado y comprado en Internet, y mañana me junto con él.
    ¡Mérito de la reseña! (lástima que no fui tan generoso como vos como para dejarte ahí un comentario...)
    Un abrazo, y ya vendrá mi reseña de Strega...
    A

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