jueves, 17 de octubre de 2013

El tío Lágrimas

—Ha venido la poli. Ese tal Baskin. Dijo que si mi padre no se presentaba en el juzgado la semana que viene nos echarían de casa. Mi padre la puso como aval para pagar la fianza. Nos la quitarán. Y también las hectáreas de bosque. Victoria, de verdad, te lo juro, tengo que encontrarlo y convencerlo de que se presente.
El tío Lágrimas se desperezó en la puerta del dormitorio y dijo:
—Eso no te conviene. —Llevaba una camiseta blanca y pantalones de chándal granate oscuro por dentro de unas botas sin atar. Abultaba poco más de un metro ochenta pero la inquietud lo convertía todo en nervios y huesos, le hundía el estómago—. No te pongas a buscar a Jessup. —Se sentó a la mesa—. Café. —Empezó a dar golpecitos con los dedos en el tablero, marcando un ritmo de cascos de caballo—. A ver, ¿de qué hostias va todo eso?
—Tengo que encontrar a mi padre y convencerlo de que se presente en el juzgado.
—Verás, pequeña, eso es una decisión personal. No tienes derecho a meter las narices en esas cosas. Presentarse o no es cosa de quien va a ir a la cárcel, no tuya.
Lágrimas era el hermano mayor de Jessup y había sido cocinero de meta más tiempo, pero un fallo en el laboratorio le había arrancado la oreja izquierda y le había dejado una cicatriz brutal de quemadura desde el cuello hasta la mitad de la espalda. No tenía muñón en la oreja ni para sujetarse las gafas de sol, ni le crecía el pelo en esa zona, y la cicatriz asomaba por encima del cuello de la camisa. Tres lágrimas azules, una debajo de otra, tatuadas en tinta de cárcel, le caían desde la comisura del ojo por el lado quemado de la cara. Sus colegas decían que las lágrimas eran por tres espeluznantes hazañas carcelarias que habían sido necesarias, pero de las que no se debía hablar sin ton ni son. Las lágrimas decían todo lo que había que saber de ese hombre y la oreja perdida lo decía otra vez. Por lo general, procuraba sentarse con el lado deshecho hacia la pared.

(Daniel Woodrell, Los huesos del invierno, Barcelona, Alba Editorial, 2013, pág. 18)


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