Perfidia, James Ellroy
¿Por qué flota en el aire esa sensación
de retorno, de que Ellroy “ha vuelto” con una nueva novela? ¿Acaso se había ido?
No, de ninguna manera. ¿Alguien espera su retiro? Tal vez. A lo mejor lo que
pasa es que cuesta creer que alguien con semejante obra sea capaz de seguir
adelante con más historias que estén a la altura. De ahí que, cuando lo hace, los
críticos dicen que “lo ha vuelto a hacer”. El interminable James lo había
anunciado hace unos años: después de la Trilogía Americana, que cerró con Sangre vagabunda, se venía un nuevo
Cuarteto de Los Ángeles. Uno cronológicamente anterior a aquel que lo hizo
famoso. ¿Alguien le creyó? Sospecho que pocos. Sin embargo, aquí está. Una vez
más, para dejarnos a sus seguidores con la cabeza dada vuelta. Nótese que elijo
“sus seguidores” frente a “lectores/amantes del género”, porque, claro, ambos
grupos se van desplazando y, forzosamente, van dejando de coincidir.
Estamos en el día previo al ataque
japonés a Pearl Harbor. En Los Ángeles, puerta yanqui al Pacífico, todo el
mundo sabe que la entrada a la guerra es un hecho. Los filonazis acusan al
presidente Franklin “Doblez” Rosenfeld de poner a América al servicio de los
judíos. La enorme comunidad japonesa comienza a ser señalada, insultada. Uno de
sus integrantes, el brillante forense Hideo Ashida, sufre ese acoso mientras
trabaja en una crime scene, en la
farmacia Whalen. Será uno de los cuatro personajes principales que nos
acompañarán en estas casi 800 páginas de una historia que se acelera esa misma
noche del 6 de diciembre cuando los cuerpos de la familia Watanabe aparecen ritualmente
muertos en su casa.
Hablar de la trama de Perfidia sería arduo. Una trama a lo
Ellroy, con infinitas ramificaciones, multitudes de personajes y los temas de
siempre en ese Los Ángeles dislocado que él concibió para sus lectores: la
corrupción de todos, la violencia desenfrenada, actrices y actores, cirugías y
chantajes, drogas, eugenesia, judíos, nazis y judíos filonazis, las tierras y
los negocios inmobiliarios, paranoia antirroja y derechos civiles, pornografía,
prensa amarilla, mexicanos ilegales. Claro que en Perfidia, la guerra es el protagonista adicional: los apagones
antiaéreos son la expresión física del oscurecimiento moral que cubre la
ciudad, invitando a sus habitantes, lejos de todo sentimiento patriótico, a
aprovechar el momento para hacer los mejores negocios y las peores maldades.
Cuatro personajes principales son los
que mueven la historia. A todos, en mayor o menor medida, los conocemos de
libros previos de Ellroy. Por orden de aparición:
El forense Hideo Ashida es joven, brillante
y homosexual. Tiene una fijación con Bucky Bleichert, viejo compañero de
secundario y actual boxeador estrella del LAPD. Hideo, en su afán desesperado
por proteger a su familia de las redadas antijapo, trabajará alternadamente —y
no del todo legalmente— para Smith y Parker, los dos grandes adversarios, agujeros
negros que impulsan este universo de velocidad enloquecida.
Al sargento Dudley Smith lo conocimos
en las novelas del Cuarteto de Los
Ángeles. Y desde la peli L. A.
Confidential, de Curtis Hanson, es imposible despegarlo de la cara de James
Cromwell. El Dudster es un personaje complejo y fascinante. Irlandés, católico,
padre de familias (tiene un par) y mujeriego (se la tira a Bette Davis), con un
cerebro privilegiado para los negocios sucios, olfato hiperdesarrollado para la
corrupción, propia y ajena, y cierta debilidad por las drogas duras, Dudley es “el”
malvado. Un monstruo que se expresa a través de la violencia más extrema y del
habla más barroca.
En Perfidia,
el adversario de Dudley Smith es el capitán William Parker. También irlandés
católico, se cruza con él en misa y en el despacho del arzobispo, cuando los
tres se juntan a tomar whisky. Parker aspira a ser el jefe del departamento.
Hundido en su alcoholismo, vive obsesionado con una esquiva pelirroja a la que
no conoce (fetiche ellroyano si los
hay, las pelirrojas). Se embarca en una cruzada anticomunista, infiltrando en
los grupos rojos a la bella Kay Lake, la cuarta pieza en este cuarteto.
La joven Kay Lake es la novia del
policía Lee Blanchard, matón al servicio de Dudley. A lo largo de la historia
tendrá un par de amantes —otros matones, otros policías—, y algunos
más-que-coqueteos con el propio Ashida y con Parker. Kay narra en primera
persona su parte de la historia, pues la conocemos a través de su diario íntimo
(decisión estructural que es la única que podría cuestionársele al autor, por
el lenguaje y la voz que le inventa a Kay).
Alrededor de estos cuatro fantásticos
hay una multitud de secundarios y no tanto. Sin entrar en enumeraciones
tediosas, hay que mencionarlo por el asombroso trabajo que significa enhebrar
de manera coherente a esas decenas de personajes —reales y ficticios— que
aparecen en los más de 30 años de historia de Los Ángeles que Ellroy está
embarcado en narrar: desde el primer Cuarteto
hasta el final de la Trilogía, ya
entrados en los setenta. Al final del libro hay una lista de casi cuatro
páginas, a la que viene bien recurrir durante la lectura.
En Perfidia,
Ellroy sigue haciendo gala de su estilo único. Esa tableteo verbal hecho de
repeticiones y aliteraciones (que uno imagina capaces de arrastrar a la locura
a cualquier traductor) con la que regula el aire del texto y maneja a su antojo
la velocidad de la cabeza lectora. Nunca con el impacto indeleble que quedó en
el lector después de cruzar aquella frontera que fue Jazz blanco, pero todavía con la misma potencia. ¿Que resulta por
momentos pretencioso y exhibicionista? Sí, claro. Es Ellroy: ¿quién espera
menos?
Perfidia
es una historia negrísima, y es también una novela
histórica y un drama de amor. Una bestialidad digna de un gigante como Ellroy. Se
dice que tal vez no sea la mejor puerta para entrar al club, si sos un lector
principiante de su obra. Es cierto. Tal vez el primer Cuarteto de L.A. sea más accesible que una novela con esta
ambición. Pero si ya estás, como muchos, inoculado con la rabia del Perro Infernal,
no vas a poder dejar pasar Perfidia. De
la misma manera que, estoy seguro, y sin importar lo que diga nadie, ya nunca vas
a dejar pasar nada de lo que venga después en este nuevo Cuarteto.
Traducción: Carlos Milla Soler
07/15
Casi me convenciste de que la lea. Saludos.
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