De nuevo una compleja trama de corrupción, violencia y muerte. Pero esta vez en el Buenos Aires post 2001. Una Buenos Aires for export, poblado de turistas extranjeros que llegan en cruceros a la Reina del Plata.
La madura abogada Verónica Berutti, dos veces viuda por causas no naturales (policía el primero, juez el segundo, asesinados ambos) es uno de los personajes que circulan en esta historia que mezcla mercaderías truchas en la feria de La Salada (no se nombra, pero es), secuestros extorsivos, miserables dealers y narcos colombianos y escoria post dictadura como el Oso Berlusconi, brutal policía en actividad, corrupto y asesino. Hay una letal belleza del tercer mundo, Miss Bolivia, y está también Pacogoya, un gigoló venido a menos, de look guevarista. Y entre ellos, esquivando balas, piñas, y fumando a más no poder está Walter Carroza, poli federal y uruguayo.
La novela muestra los mismos méritos que en la anterior que he leído de Orsi, y también los mismos defectos.
La trama es muy compleja, pero cierra satisfactoriamente. Orsi logra pintar con eficacia y hondura el clima de la Argentina del florecimiento post 2001: llena de turistas, y llena de pobres. Incluso, llena de turistas que vienen a ver a los pobres…
El estilo es excelente, depurado. No hay aquí diálogos filosos y veloces como aquellos a los que nos tienen acostumbrados los autores norteamericanos. En cambio, sí hay párrafos largos, de sintaxis compleja pero cuidadísima y, en muchas ocasiones, bella.
Pero este es, según mi humilde entender, también el problema con las novelas de Orsi. Su oficio de prosista exquisito le juega en contra, creando a veces diálogos inverosímiles. Por otra parte, hay una tendencia en los personajes de Orsi a la frase grandilocuente, a la filosofía barata. Pareciera que cada vez que hablan deben decir una frase célebre, los que en algún punto los iguala a todos. Encima, esta tendencia se manifiesta también en la voz del narrador omnisciente, dejando en flagrante evidencia al autor (a quien ni se lo debería notar). Por ejemplo, cada vez que aparece una villa miseria, parece que es necesario explicar algo acerca de los pobres, de los orígenes de sus desventuras, vinculadas siempre con la avaricia de los poderosos, con las agachadas de los políticos, con asesinos y vendepatrias de las dictaduras de nuestra historia, con los conquistadores españoles, etc.,etc. En su afán por vincularlo todo Orsi se mete en dos problemas: 1) se “muestra” como autor “adscripto” a una ideología y 2) hace más lento el discurrir de la trama.
Que se me entienda bien: mi comentario pretende ser puramente literario. Orsi puede tener la ideología que quiera, y es posible que yo la comparta en algo, quién sabe. Pero creo que si su intención es mostrarnos una visión del mundo, debería hacerlo a través de la historia, de sus personajes, de lo que dicen y de cómo actúan. No a través del atajo que son las elucubraciones de un narrador omnisciente.
Claro que todo esto es materia opinable. Indiscutiblemente, Orsi es un escritor con mayúsculas, que “sabe” mucho con las palabras. Aunque yo prefiera a la escuela norteamericana para las narraciones de este género, no me voy a cansar de recomendar la lectura de Orsi a todo aquel amante del noir, y en especial a los argentinos. Y, por cierto, voy a volver a leer sus historias cuando tenga la oportunidad.
Ahora, mención aparte merece un problema adicional en esta novela. Ciudad Santa, editada por la española Editorial Almuzara, fue ganadora del prestigioso Premio Hammett 2010, en la Semana Negra de Gijón. Se sabe que los premios “de género” existen en España, no en nuestro país. También se sabe que el mercado de los lectores del género negro resulta, por número y por poder adquisitivo, mucho más atractivo en España que en Argentina.
Tal vez una u otra o ambas circunstancias tengan que ver con la incomprensible mezcla de español de la península con el español de las orillas del Río de la Plata en la que se expresan los personajes de Ciudad Santa. Aparecen infinidad de ejemplos en que se cruzan –incluso en el mismo párrafo– el “tú” con el “voseo”, forma natural de expresión en los lugares en los que transcurre la trama. Imagino que el resultado debe ser de igual desconcierto para todos los lectores, de uno u otro lado del Atlántico. Desconozco las políticas editoriales en este sentido, pero ojalá que Guillermo Orsi pueda revisar esta novela en futuras ediciones para corregirle éste que es un problema serio e irritante (y lo dice alguien que no suele quejarse del estilo castizo de las traducciones hechas en España)
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Tenés razón, amigo, la editorial no me dio a revisar la última versión y salió el cocoliche lingüístico que salió. Por lo demás, extraño en España los comentarios despiadados a los que son tan afectos en mi querido país. Escribo según mi aire, no el de los norteamericanos ni el de los críticos, no me interesan los géneros ni la verosimilitud de los diálogos, me gusta ser "omnisciente", la literatura nos permite a los escritores esas licencias que cierta ortodoxia realista nos censura. Gracias por haber leído el libro.
ResponderEliminarHola, Guillermo.
ResponderEliminarGracias por pasar por el blog y dejar tu mensaje.
Espero que no hayas tomado mi comentario (que es apenas eso, y no una “crítica”, Dios me guarde) como “despiadada”. No podría serlo ni aunque quisiera, y no quiero. Desconfío de los críticos “despiadados”, no sé, se me hace que esconden algo.
Yo, en cambio, soy un simple lector. Vengo leyendo dese hace unos algunos años, y hace menos de uno que empecé a postear acá —más para mí que para nadie, irresponsable e ingenuo—, estos comentarios.
Me tranquiliza saber que los problemas “idiomáticos” que vi obedecen a una torpeza editorial y no cuentan con tu revisión final. Se dice que no hay libros sin erratas, así que ahora ya está, ojalá que haya nuevas ediciones que permitan pulirlo.
Con respecto a lo otro, no son más que cuestiones de mi gusto rebuscado. Ni más ni menos que eso.
Por lo que conozco de tu obra, por las entrevistas que he leído, me animo a imaginar muchas más coincidencas que discrepancias en la forma de ver la literatura. Valoro sinceramente tu honestidad en escribir “según tu aire”, y espero que valores la mía en no guardarme lo que me ha parecido digno de comentar. Lo he hecho como siempre: con el mayor de los respetos y la mejor buena leche.
Me costó encontrar tus libros. He leído en alguna entrevista que podrían editarse acá pronto. Ojalá se te dé, por el bien de todos.
Por último, más que vos agradecer mi lectura, soy yo como lector quien debe agradecerte por haber escrito este libro.
Un abrazo,
A
Hola Ariel, quiero ser claro con vos: tenés toda la razón en tus comentarios sobre los diálogos y la omnisciencia y todo eso, es una elección personal que tomé desde que frecuento el género negro. He escrito novelas "serias" en las que respeté todas las supuestas normas de la academia y no me habría permitido jamás en ellas tales digresiones, hasta que observé que muchos de los académicos que bajaban línea sobre "cómo escribir" se largaban un día a escribir novelas, muy sueltos de cuerpo y legitimando además sus "desvíos"... Un caso flagrante es Pigna, con su "Plata quemada" y su "Blanco nocturno". No son respetables las normas sino el placer de la escritura y, necesariamente, el de la lectura. Es mi opinión, claro y apenas. Un abrazo.
ResponderEliminarQuise decir Piglia, claro. Y en cuanto a la filosofía barata, no seré el primero de nuestro sagrado panorama literario-filosófico, sólo espero que sea divertida y ayude a pensar en algo más que la historia linea, o sea, que mi filosofía barata resulte cara al lector.
ResponderEliminarHola, Guillermo.
ResponderEliminarAgradezco que me escribas, pero por favor, quedate tranquilo, que no me debés ninguna explicación. Estaría loco si pretendiera decirte qué escribir, ni cómo. Vos tenés un montón de libros, y considero que tenés bien ganado tu prestigio. Esto no es franela gratuita: es así. Yo en cambio soy acá un simple lector. Trato de tener un criterio. Intento definir(me) por qué un texto me gusta más que otro. No siempre me resulta posible.
En fin, verás que es muy, muy raro que en mi blog exista una mala reseña. Normalmente si un libro no me gusta, lo abandono. Si, en cambio, lo termino pero no tengo nada bueno para decir de él, no lo reseño. El motivo es que sería un poco injusto que se tome en serio una mala opinión mía. Pienso en alguien que iba a leer un libro y, gracias a un comentario mío, en vez de leerlo decide a priori que no le va a gustar… no, no es para mí eso.
Nunca hubiera hecho un comentario de una novela tuya si no considerara que son libros que he disfrutado al leer, y que sugiero que otros lean.
Te mando un abrazo,
A
Que debate raro, amigos. La literatura sucede cuando el texto y el lector se encuentran, cuando el diálogo se consuma. Y más en este género nuestro que acá, en nuestra Ciudad Santa, necesita tanto que empecemos a juntarnos, a leernos y escribirnos.
ResponderEliminarPor cierto, Guillermo: ¿dónde Piglia dio clases de "cómo escribir"?, ¿académico de qué, es?, ¿qué querés decir con que "un día" se largó a escribir novelas, un día después de qué? ¿Y de que se puede acusar a Plata Quemada (1997) que no estuviera ya presente en Respiración Artificial (1980)?
Abrazo a los dos.
Salud!
Gracias por pasar, Kike.
ResponderEliminarLeí "Plata quemada" hace mucho. Me pareció una buena novela, del montón. Salvo algunos cuentos, y una lectura parcial de algunos de sus artículos, no he leído a Piglia.
Por lo demás, mi opinión la dije en mi post sobre esta novela (y, tangencialmente, sobre la anterior de Guillermo, comentada antes). Mis comentarios son simplemente para aclarar que no pretendo "formar opiniones": escribo lo que escribo con total honestidad, y ojalá que los lectores saquen sus propias conclusiones.
Estoy con vos en la necesidad de que los autores y lectores se encuentren, se lean y se escriban. En especial los argentinos, y los de esta Ciudad Santa.
Te mando un abrazo,
A