viernes, 17 de octubre de 2014

Mentiroso

Vinnie ya no sentía su propia cara, que se había convertido en una especie de almohadón tumefacto. Todos sus sentidos estaban puestos en el dolor de la rodilla, que no paraba de sangrar y le quemaba hasta los límites del desmayo. Apenas veía, pero sí que podía escuchar. Y escuchó a Rudy, trasteando por la casa. Primero entre los utensilios que él guardaba en el cajón de la mesa de la cocina. Después en la alacena. Finalmente, oyó el sonido metálico y familiar de su propia caja de herramientas. Esos ruidos cesaron y fueron sustituidos por el de los pasos de Bambridge, regresando el dormitorio. Pero, esta vez, traía un enorme cuchillo, un trapo para el polvo y un hacha, que dejó sobre la cama, arremangándose la camisa. Luego, sin mediar palabra, introdujo el trapo en la boca de Vinnie y lo fijó, atándole alrededor de la cara su propio pañuelo.
—Antes te dije que te mataría y te despedazaría, ¿verdad?
Vinnie asintió.
—Y te dije que si hablabas, te mataría primero, ¿verdad?
Vinnie volvió a asentir con resignación, casi con agradecimiento. Entonces, como si Lucifer si hubiera apoderado de él, los ojos de Rudy dejaron de ser castaños y se tornaron de un color amarillento, casi dorado, cuando dijo:
—Te mentí.

(M. A. West, El viento y la sangre, Barcelona, Navona, 2013, pág 48)


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