Si hay un autor que ha escrito sobre el Mal a través del género del policial negro, ese es Jim Thompson. El Mal así, con mayúsculas, que nos ha mostrado en los personajes de muchas de sus novelas. Como lo fue Nick Corey, el maldito psicópata sheriff de 1280 almas, en Hijo de la ira lo tenemos a Allen Smith.
Allen es un joven adolescente negro, hijo de una madre blanca, abusado sexualmente, perverso y abusador él mismo. Extremadamente inteligente y lleno de odio hacia el mundo, vive con la único objetivo de dañar a los demás y a sí mismo. Humilla a sus compañeros de escuela, en especial a las chicas, con quienes le es imposible relacionarse. En fin, no se lo puede ver de otra forma: Allen es la propia encarnación del Mal. Tanto que, en alguno de sus monólogos, aún cuando dice creerse Dios, se hace llamar Legión.
Corrían los primeros años 70 cuando se publicó esta novela. Se resalta en la contratapa que Thompson lo escribió hacia el final de su carrera, ya bastante deteriorada su salud por el alcohol y las drogas. Como si esa circunstancia por sí sola explicara la sordidez y la oscuridad de esta historia. Sin embargo, no es más que la amarga y desencantada visión del mundo que Thompson ha plasmado en toda su obra, sólo que concentrada al extremo, en su máxima pureza.
Desde luego, esta no es ni por lejos una novela negra de género. Casi uno diría que no es ni siquiera una novela realista, en el sentido de que esté construida alrededor de una trama verosímil. Todo lo contrario: parecería que el autor desafiara la tolerancia del lector creando las situaciones más aberrantes y repulsivas, que incluyen incesto, racismo y asesinato, con el objeto de provocar mediante el asco una reflexión acerca del rumbo que van tomando las cosas desde el siglo XX a esta parte.
Una novela “rara” de Thompson. Merece ser leída por lo que este autor significa para los amantes del género negro, aunque no la recomendaría como “entrada” al universo thompsoniano.
Traducción: Teresa Montaner Soro
8/10
¡Me gustaría leerla!
ResponderEliminar¿Me la estás mangueando, M? Jeje...
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