Hacía un calor apestoso, un calor
típico de Chicago, un calor de conventillo, un calor de prostíbulo. Viscosas
gotas de sudor se mezclaban en sus cuerpos. Él se apartó de la mujer. No porque
pensara que estaría más fresco, pues toda la cama estaba humeando, sino porque
al terminar siempre se desesperaba por un cigarrillo.
Prendió uno para ella y se lo puso en
la boca embadurnada de rouge.
—¡Vaya! —exclamó ella.
—Calor, ¿verdad?
—No me refería eso. ¿Cuánto hace que no
estabas con una mujer, cariño?
Rodando un costado, él se apoyo en el
codo, tratando de despegar el cuerpo del calor de las sábanas húmedas. ¿Cuánto
tiempo? Cuatro años, diez meses y once días, y un par de días atrás también
habría calculado cuántas horas, pero eso era un par de días atrás.
(Bruce Elliott,
Uno es un número solitario, Buenos
Aires, La Bestia Equilátera, 2014, pág 9)
No hay comentarios:
Publicar un comentario