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lunes, 12 de septiembre de 2011

Hermanos abrazados, hermanos en armas

Kryptonita, Leonardo Oyola

Invierno. Madrugada de un lunes sin luna. Hospital Paroissien, La Matanza, conurbano bonaerense. Un mediocre doctor pasado de rosca aguanta, esperando transitar con cierta calma las últimas cuatro de las 72 horas corridas de su servicio. Pero una banda de delincuentes —“fuertemente armados”, diría la crónica— irrumpe en la guardia y destroza sus planes: se le vienen al médico las horas más agitadas, emocionantes, terroríficas y divertidas que ha vivido en mucho tiempo. Y al lector… ¡ni te cuento!

Los que han llegado son el Ráfaga, el Faisán, Lady Di, la Cuñataí Güirá, Juan Raro y el perrito Miguel. Es decir, la banda de Nafta Súper. Son conocidos por todos en la zona. Traen muy malherido e inconsciente a su jefe, y le “sugieren” al mediocre doctor que mejor que lo salve, “que llegue con vida al amanecer, y todos contentos”. Y el “nochero” sigue pensando “cuatro horas… me faltaban cuatro horas…”, mientras un diablito de color amarillo que sólo él ve sale de los rincones para reírse de su desgracia. No hace más que revisar a Pinino, el verdadero nombre de Nafta Súper, para darse cuenta de que algo no cierra. Algo no es normal acá.

Y encima al rato cae la Bonaerense, el verdadero enemigo, el que nunca trae buenas intenciones.

Así las cosas, atrincherados en la guardia de un hospital desierto, preguntando poco y escuchando mucho, el alucinado doctor va conociendo —de boca del Ráfaga, de Lady Di, del Federico, que no será el Caballero, pero es el Señor de la Noche— cómo es la historia de Pinino y su banda. De sus correrías por todo el Oeste. De sus amores y sus odios. De la amistad que los une, de la sangre que los hermana.

Esquivando a la policía por pasillos estrechos, o bailando amaneceres en patios de tierra, estos súper-vivientes se las arreglan para conservar la Amistad como la fuente de poderes que los hace súper-héroes. No siempre es fácil la vida en el Oeste, parecen decirnos, pero siempre será Vida si están los amigos. Los hermanos en armas, los hermanos abrazados. En el fondo, de eso se trata para mí Kryptonita: es una historia de la amistad como inagotable, incorruptible motivo de celebración. De Fiesta, así, con mayúscula.

Cada lector podrá rescatar distintas virtudes de esta novela. Que el ritmo de la narración fluye ágil. Que Oyola tiene oído absoluto para captar el neohabla del suburbio. Que el humor emociona, y que la emoción provoca sonrisas. Que las acertadas referencias a la cultura popular (cómics, fútbol, música, boliches) construyen con solidez el mundo de este grupo de adorables delincuentes. Etcétera, etcétera. Pero de todas esas cosas, insisto, yo me quedo con aquella de la amistad. “Tatuajes, lealtad, orgullo humilde, es lo único que tengo para mostrar”: a mí me pegó por ese lado.

En resumen: me divertí como loco leyendo Kryptonita. Y me emocioné hasta el puchero, para qué negarlo. Sucede que uno no necesariamente ha compartido la misma geografía que el autor (leí por ahí que esta es la novela más autobiográfica de Oyola: no lo conozco personalmente, pero me cierra, ¡claro que me cierra!) ni tampoco uno es un delincuente, al menos no de armas tomar como esta banda. Pero así y todo, no pude evitar sentirme un poco cómplice.

Y quererlos un montón.

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PS: merecería un post aparte (y, por qué no, un concurso entre lectores en Facebook) la enumeración de personajes de TV, de folklore del fútbol, de películas… Desde la hinchada de Almirante Brown hasta Carozo y Narizota y Meteoro y Socolinsky. Desde Jesse James y ¡SkyLab! hasta Música total y Johnny Allon y hasta Notting Hill y Footloose … Y en la música, agarrate con el soundtrack: Los Abuelos de la Nada, Duran Duran, Alphaville, Los Cafres, Jagger, los Stones, Madonna, Carlos Baute, Peter Cetera, Dire Straits, Poison, Don Johnson y ¡Kenny Loggins, madre mía! Terri y su Karaoke criminal se harían un festín…


PS2: Casi me olvido. Es para vos, Cabeza de Tortuga: ¡la tenés adentro!

9/11

lunes, 25 de abril de 2011

Precisión en velocidad

Drive, James Sallis
Recurro al latiguillo futbolero, ese que resume la máxima aspiración de cualquier equipo, para arrancar la reseña de esta joya que es Drive, la nouvelle de James Sallis que nos trae la impecable colección Serie Negra de RBA. Digo precisión porque la prosa en esta novela es un Sallis —ya en sí mismo todo un estilista— pero en su máxima concentración, para adecuarse a las reglas del género más negro. Y digo velocidad porque, bueno, la velocidad es el negocio de Driver, el protagonista de esta novela.
La historia comienza con Driver tirado y herido en una mugrienta habitación de motel en Phoenix, Arizona. Un charco de sangre avanza hacia él. Ha habido mucha adrenalina, un navajazo y algunos disparos. Ahora hay tres cadáveres repartidos entre el baño y la puerta de la habitación, y Driver tiene un brazo que no le responde.
“Yo no participo, no conozco a nadie, no llevo armas. Yo sólo conduzco”. Así se define Driver, y, aunque la escena inicial parezca decir lo contrario, está bien. Porque la conducción de autos es su modo de vida. Tanto en la luz —Driver es un stunt driver, es decir un conductor de escenas riesgosas, y como tal participa en grandes producciones o en films de clase B— como en la sombra —cuando se dedica a preparar y conducir autos para cometer atracos. Toda la gente que lo tiene que conocer, lo conoce, porque Driver es el mejor en lo suyo. Hasta que un golpe sale mal, muy mal, y la cosa se tuerce. Driver es traicionado, se salva por un pelo y se encuentra con un botín que no le pertenece. Y entonces saca de sí toda la sagacidad y la violencia que juntó en una infancia durísima, y comienza una historia de venganza digna de Tarantino.
La mención al gran cineasta no es casual. Como integrante de la particular fauna hollywoodense, Driver se codea con directores, protagoniza espectaculares persecusiones y se junta a tomar vino (malbec argentino) con Manny, su amigo guionista, mezcla de Coen y Tarantino. En todos esos encuentros y filmaciones el autor desliza unos cuantos deliciosos guiños cinéfilos. Y alguno que otro literario, como el de Borges y el Quijote…
En capítulos cortos, y mediante el recurso del flashback, el autor nos muestra episodios de la vida reciente y no tan reciente de Driver que permiten comprender cómo y por qué llegó hasta donde ahora se encuentra. Sallis recurre en esta novela corta a todas las convenciones del género, y las potencia con la calidad de su escritura. Personajes que se muestran a través de lo que hacen y de lo que dicen, y no a través de monólogos; piceladas certeras para mostrar detalles en apariencia mínimos, y que terminan pintando todo un ambiente, un clima, un estado de ánimo. Para apreciar mucho de esto, recomiendo una vez más la saludable LGC1 (“lectura gratuita del capítulo 1”): escóndanse en cualquier rincón de una librería, lean el primer capítulo, y aprecien cómo se pinta una escena terrible.
No es fácil encontrar libros de este excelente autor, poco conocido entre los lectores en español. Así que aprovechen a conocerlo con Drive, una novela altamente recomendable.
Traducción: Juanjo Estrella
3/11