Nunca has oído una sirena hasta que sabes que te está
buscando. Entonces la oyes de veras y sabes lo que es y entiendes que el hombre
que la inventó no era un hombre, sino un demonio del infierno que juntó y
mezcló ciertos sonido de un modo que te paraliza y te descompone. Si estás
sentado en el living, oyes una sirena y un ruido pequeño y solitario y solo
tienes que aguantarlo hasta que se desvanece. Pero cuando te persigue, es la
textura del mundo. Lo oyes hasta que te mueres. Te desgarra como si un torno te
taladrara un nervio y se expande mientras te perfora. Me alegra no tener que
volver a escuchar otra sirena. Me alegra que nadie más vuelva a cazarme y que
haya terminado con las fugas y el ruido de las sirenas que me persiguen.
(Elliott Chaze,
Mi ángel tiene alas negras, Buenos
Aires, La Bestia Equilátera, 2013, pág 167)
gran pasaje
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