viernes, 10 de agosto de 2012

La dieta de los detectives


—No se ha presentado —dijo Foley—. He estado allí sentado media hora, me he tomado un sándwich de queso y un café. Dios, se me había olvidado lo malo que es un sándwich de queso. Es como comer un trozo de plástico, ¿sabes?
—Tienes que ponerle mayonesa —dijo Waters—. Si no le pones mayonesa al pan antes de ponerle el queso, nunca sabrá a nada.
—No lo había oído nunca —dijo Foley—. La pones por la parte de afuera, ¿verdad?
—No —dijo Waters—, por la parte de dentro, pero sigues poniéndole mantequilla por la parte de fuera. Cuando el queso se funde, es la mayonesa lo que le da sabor. Pero tienes que utilizar mayonesa de verdad, de la que está hecha con huevos, ¿sabes? Puedes usar esa otra cosa que la gente dice que es mayonesa pero es aliño de ensalada. También puedes utilizar eso, pero el sabor no será el mismo. Creo que el aliño escalda la lengua o algo así. En cualquier caso, no sabe bien.
—De todos modos, en Rexall’s no tienen esos refinamientos —dijo Foley—. Entras, pides un sándwich de queso, tienen montones de ellos ya hechos, probablemente desde el miércoles pasado, y sacan uno con un trozo grande y gordo de ese queso naranja, joder, le echan grasa por encima, que dicen que es mantequilla pero yo no me lo creo, y van y lo funden todo junto en una plancha caliente. Mi estómago todavía intenta descomponer el menjunje en algo alimenticio. Parece un gran trozo, o dos grandes trozos, de azulejos de baño con un poco de masilla en el medio. Servido caliente. Si me pongo malo, tendréis que darme una pensión.
—Llevas demasiado tiempo viviendo del dinero de las dietas, me parece —dijo Waters—. Vosotros, hijos de puta, ya no coméis nada si no os sirven en el Playboy Club. ¿Trabajo de incógnito? ¡Y una mierda! ¿Crees que no sé que os invitáis a almorzar los unos a los otros? Joder. Más te valdría hacer de vez en cuando la ruta del Joe and Nemo. Al fin y al cabo, ahí es donde están los delincuentes. Esos tipos no frecuentan esos locales de clase alta que siempre veo en los comprobantes de la comida, donde un trozo de carne cuesta nueve pavos. Están en los locales baratos, donde comerías tú si tuvieras que pagártelo de tu bolsillo.

(George V. Higgins, Los amigos de Eddie Coyle, Barcelona, Libros del Asteroide, 2011, pg 176)

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